La práctica artística de Ana María Rueda se despliega en una exploración constante de la relación entre el ser humano, la naturaleza y el territorio —un diálogo que se extiende hacia nuestras conexiones con los demás y hacia nuestra ubicación existencial en el mundo.
Su obra aborda de manera persistente las nociones de reciprocidad e interdependencia, construyendo ecosistemas visuales y conceptuales que cuestionan los límites entre el individuo y su entorno. A través de metáforas poéticas y simbólicas, Rueda indaga en un vínculo ontológico entre la humanidad y su posición en el cosmos, ofreciendo una experiencia sensorial y reflexiva que entrelaza ecología, memoria y percepción.


