Los sueños están donde viven los miedos
Un jardín propio (2021-2023) está dedicado a la fuerza de espíritu que deben tener las personas que viven situaciones de desplazamiento forzado: el jardín como antídoto. Es un homenaje al instinto de vida que se manifiesta en el sueño de recuperar su lugar en el mundo.
Pienso en el jardín como realidad y como metáfora, como maestro que enseña paciencia y un prudente cuidado, como el lugar por excelencia en donde la mente se tranquiliza y se respira mejor, donde hay reciprocidad con la tierra y con el planeta.
El lugar de la pérdida no es físico, no se puede ver. El jardín propio tampoco tiene un lugar preciso, surge de la construcción emocional de una imagen. Es la proyección de un deseo que se contrapone a la pérdida. ¿Cómo hacer visi-ble su carga emocional?
El jardín anhelado no olvida la herida. No es un jardín contemplativo, sino un lugar de acción hacia una renovación. Implica un espacio cuidado, bellamente cultivado, atravesado de calidez y claridad. Es un canto a la vida, al instante, a la reconstrucción, a la recomposición y al descubrimiento de la fuerza interior del grupo familiar y social que ha sido vulnerado. Es resistencia ante el horror y antídoto contra el miedo, la violencia, el sinsentido del dolor y el agotamiento de tanta indiferencia hacia la vida del otro.
¿Solo vemos lo que ya conocemos?
Lo que está en la noche, también está en el día. El jardín alberga el cielo abierto y, también, la tierra en donde se levanta idealmente un lugar para habitar. A pesar del dolor, la esperanza es un destello que ilumina las zonas de penumbra y de paradoja: lo claro en lo oscuro, lo fuerte en lo frágil y vulnerable, lo liviano que se levanta sobre lo pesado...
Cuando comienzo nunca quiero saber como va a terminar. No quiero que el trabajo venga de una lógica predecible, dejo que se transforme a partir de sí mismo.