La escultora colombiana Feliza Bursztyn nació en Bogotá en 1933 de inmigrantes judíos polacos.
Bursztyn hizo esculturas utilizando desechos de la sociedad de consumo, desechos industriales y otros materiales considerados basura. Algunas de las esculturas se movían, mientras que otras formaban parte de cuadros elaborados en escena y entornos multimedia. La proximidad de Bursztyn al ámbito manufacturero y la fácil disponibilidad de materiales industriales estaban estrechamente vinculadas a la historia de su familia. En Bogotá, su padre dirigía una fábrica textil, lo que le permitió estudiar en el extranjero, primero en la Art Students League de Nueva York y luego en la Académie de la Grande Chaumière de París, donde estudió con Ossip Zadkine. Zadkine le presentó a César (Cesar Baldaccini), quien le enseñó a soldar a Bursztyn. Inspirándose en César y los Nouveau réalistes (los Nuevos Realistas), quienes aprovecharon el legado del ready-made integrando objetos naturales en sus obras, Bursztyn comenzó a incorporar materiales no convencionales en sus esculturas.
Burstzyn fue un miembro activo y visible de la vanguardia y la intelectualidad colombianas. Su estudio, ubicado en la zona textil y remodelado por los arquitectos Rogelio Salmona y Carlos Valencia, fue lugar de encuentro frecuente de figuras como la crítica y curadora Marta Traba, el escritor Gabriel García Márquez y el escultor Alejandro Obregón. Aunque el trabajo de Bursztyn no fue explícitamente político, criticó el espíritu de desarrollo adoptado por las elites latinoamericanas y, en cambio, expresó públicamente su solidaridad con los movimientos de izquierda y la clase trabajadora, declarándose “obrera y soldadora”3 y al mismo tiempo proyectando una imagen glamorosa y cómica. persona en los medios.
Era una abierta partidaria de la Revolución Cubana y sus visitas a la isla despertaron las sospechas del gobierno colombiano, que recientemente había introducido un estatuto que permitía a los militares detener a Bursztyn en su casa, donde fue interrogada y torturada. Se exilió, primero en México y luego en París, donde murió de un ataque cardíaco en 1982. Frente a la persecución política, Bursztyn encarnó una práctica crítica y de oposición que puso en primer plano el poder de lo femenino y lo erótico.