BEATRIZ GRAU
“UNA Y MÚLTIPLE”
“con la sombra en la cintura,
“ella sueña en su baranda....
“Las cosas la están mirando y
“ella no quiere mirarlas----“
I
Hace más de 20 años fue cuando vi por primera vez a Beatriz Grau, (Caracas, 1967), tímida y atenta, guiaba por los entonces nuevos espacios del Centro Cultural Consolidado, (-ahora C.C.Corp Group), al Dalai Lama, fungiendo de gestora, guía e intérprete, en su única visita a nuestro país.
La ocasión era una exhibición individual de fotografías, (“vintage” todas), que había realizado en un safari en el Tíbet, partiendo desde Kenia, país africano, donde entonces residía. Por mi mentor, el maestro fotográfico Ricardo Armas, había sabido de su carrera de estudiante; (primero la “Escuela de Arte, UCV y luego “Fotografía” en la Universidad de Nueva York); y al verla tan serena y gallarda, tan ajena al interés que su espigada figura
despertaba entre los numerosos concurrentes, al evento organizado por Rita Salvestrini, tuve la impresión que a lo mejor, desde pequeña, acompañando a su padre, el Maestro Alberto Grau, -quien ha dirigido orquestas y grupos corales frente a grandes auditorios-, podría estar acostumbrada a las multitudes del mundo cultural.
Todos la querían ver y ella no miraba a nadie, en su rol de “Virgilio”; guiando por las sendas de la nueva torre, al pastor de almas, que alguna vez fue el “niño de oro”, en su enorme trono en Lhasa. Y así continúa siendo ella en sus actividades de siempre ligadas al hecho de ser una calificada profesional, combinando los roles de madre, artista, promotora de artistas emergentes; y como docente de la fotografía en las más importantes cátedras del arte de la capital de Colombia...
Pocos años después, me resultaba imposible creer que desde su residencia en Nairobi, estaba realizando un doctorado en el podio del arte más antiguo del mundo, bajo la tutela de Thomas Joshua-Cooper, uno de mis súper-héroes secretos, casi un ser
sobrenatural. Él dicta sus clases magistrales en Escocia, y hace un poco más de 2 años, en un congreso especializado en Japón, fue elegido como el ejecutante más importante en la historia de la fotografía; y ha unido su nombre, desde hace tiempo, -gracias a
su talento y bondad inconmensurable-, como uno de los artistas más respetados del Reino Unido; al lado de Ian Hamilton-Finley, Richard Long, o el arquitecto Norman Foster, que son como dioses en el panteón politeísta del arte en Europa.
Ya en 1992 cuando fue convocada por Caresse Lamberg, a colaborar, con sus fotografías sobre el Tíbet, en un número monográfico, “El planeta como un cuerpo a explorar”; y aunque compartíamos la misma oficina, no la conocí; pero su obra se multiplicó en la edición # 14 de esa magnífica revista, que fue “Estilo”. Finalmente nos conocimos en el IIIer. Salón Pirelli, (un invento de Sofía Imber y Fausto Grissi), cuando exhibió en el
M.A.C. una serie de palmeras translúcidas y multicolores a la vez... Eran un homenaje abierto al artista norteamericano Edward Ruscha; y como yo lo había conocido ella quería saber cómo era uno de mis íconos de la contemporaneidad: “sencillo, te escruta con sus enormes ojos azules”, -le conté-, “y quiere escuchar de ti más que hablar de sí, y te presta tanta atención, que cuando te alejas no lo puedes creer”, porque Ruscha es en el área de la costa oeste de los Estados Unidos de Norte América, un artista de mayor dimensión que John Baldessari... Tal vez el más respetado de todos.... Como si fuese F.F.Coppola. Ya para culminar ésta introducción biográfica, no sé si Beatriz Grau es como la inmensa Marisol Escobar, o como el aviador Jimmy Ángel, a los que biografié, que no tienen, o tenían, conciencia exacta de su dimensión... Sí la tenía el recio Alfredo Boulton P., cuando publiqué su biografía en el catálogo-homenaje que le dedicó el M.A.C. en 1988.... El sabio, a los 80 años de edad, quién era y cómo inventó el arte en Venezuela, para que los venezolanos estuvieran orgullosos de sus pintores como Juan Pedro López, Manuel Cabré, Armando Reverón o los más modernistas Jesús Soto y Alejandro Otero.
Los años pasaron y en 1999 tuvimos la oportunidad de trabajar juntos en los roles de artista y curador. La exposición se llamó “Hipermedias” y fue la VII y última “Bienal Christian Dior”. La curaduría se proponía reunir a 24 nómadas; y por ello estaban la inolvidable Alexandra Meijer-Werner; Ricardo Alcaide, Edmundo de Marchena, Magdalena Fernández, entre otros. Por supuesto Beatriz Grau, siempre estuvo en todas las listas de los artistas venezolanos errantes por el planeta: y así pudo exhibir dos grandes formatos de sus adorados “Massai”, obras realizadas en Kenia.
II
Ya para entonces se había residenciado en Colombia, donde aún permanece en sus roles activos –repetimos-, de promotora, docente y artista, y ahora estamos presentando su reunión de obras más reciente, “aquí y allá”, donde se comprueba que siempre la curiosidad por saber cómo son los elementos que componen el planeta está intacta, como si fuera una adolescente que quiere registrar todas las emociones que la rodean, porque sus obras, -y por eso pienso que es una artista que hace fotografías-, están sensibilizadas por el registro: no son casas, ni carros, ni montañas, ni opuntías, ni vallas publicitarias, ni escaleras, osos polares, ni diagramas, ni neveras, ni puertas, ni paisajes, ni montañas.
En esta perfecta acumulación de elipsis visuales Beatriz Grau nos enseña a ver cómo son sus montañas, sus vallas y atardeceres; y cómo deberían ser los puertos, carros y neveras; y por qué necesitamos lámparas, peceras, y muchos cactuses y que las macetas sí pueden combinar con las piscinas y por un instante mágico se vuelven objetos imprescindibles y muy importantes para el mundo que va hilvanando Beatriz Grau... Porque el mundo donde habitamos, por destino o fatalidad, necesita que lo identifiquen; y es urgente taxonomizarlo y clasificarlo, pues la pereza visual se está apoderando de gran parte del género humano (-ya nos acercamos a los 7 mil millones de habitantes-), y ya no se trata de alfabetizar o de alimentar a los que tienen necesidades materiales. Nos estamos acercando a un extraño y desconocido umbral donde los seres humanos reciben casi todas las imágenes y los estímulos visuales, premasticados e
intervenidos, derivando a una subrealidad banal e ilusoria.... Los medios de comunicación masivos, en todos los idiomas y países, tienen hipnotizado a casi todo el bosque neuronal que componen los seres humanos, que estamos conectados, -
querámoslo o no-, entre sí. La obra de Beatriz Grau rompe ese sortilegio y para mí es ejemplar y valiente; casi didáctico, y nunca me siento saciado de repasar las centenares de imágenes de su autoría que conozco, y las que no conocen personalmente a la artista, y por eso me encargaron redactar este texto-, para que fuese el ente conductor entre sus obras inéditas y el público. Y a ellos les escribo: que si es importante que Beatriz Grau sea políglota y que haya estudiado en varias universidades, también es relevante que ha transcurrido más de la mitad de su vida en otros países y otros continentes. Pero no importa que viva y trabaje un poco lejos, porque su máximo interés es que su trabajo artístico lo vean en su ciudad natal.... Esa es la parte más emocional de “aquí y allá”. Y que debe haber sido maravilloso
ser discípula de de Armas, y Joshua-Cooper y admirar al Dalai Lama y a Beatriz González.
El gurú de la geofisiología James Love Locke en su última obra “La Tierra se agota”, firmado en 2009, nos explica que en tiempo profundo, el planeta tierra ya tiene 3.500 millones de años; por lo que el sabio británico aseguro que, en términos de cronología humana, es como una anciana, pues ha transcurrido el 88% del tiempo de su existencia.
Así que este planeta pétreo, bello y bendito, una esfera verde, blanca y azul es perecedero; y aunque la fotografía y el video están a la cabeza de la carrera de bicicletas de los medios artísticos, para mí, el meta mensaje de las incontables fotografías de la nómada visual que es Beatriz Grau, es que todos los detalles y las panorámicas, los objetos y los paisajes, resaltando la casi total ausencia de los seres humanos de “aquí y allá”, es que si ella se propusiera ampliar la muestra hasta los centenares de fotografías y videos que ha grabado, y se sumaran a los mejores, que continuamente su cerebro movedizo va planeando, que pronto realizará, y que ya miraremos... Si reunimos éstos retazos de su multimirada, que nos entrega con inocencia y picardía, podríamos comenzar a construir, -por fragmentos sueltos, como un rompecabezas de un millón de piezas-, un retrato de una señora mayor, pero muy vital y multiforme, como una diosa griega o mesopotámica, que está vertida y cubierta con atmósferas, océanos, desiertos, continentes y cadenas montañosas, llamado Planeta Tierra. Los detalles si importan y para Beatriz Grau no ha pasado nada: “aquí y allá” es un recuento de su reciente devenir, porque en ella está intacta lo que me hace ser un espectador más de sus obras, porque admiro y aún celebro su curiosidad indeleble, porque si no fuera una artista talentosa, podría ser vista como poseída por una enfermedad incurable.
Luis Ángel Duque