Verónica Trujillo (Bogotá, 1970) desarrolla una práctica cerámica profundamente enraizada en la intuición, el linaje y la transgresión simbólica. Su obra construye un universo donde lo femenino se manifiesta como fuerza telúrica, híbrida y mutable. Las figuras que emergen de su taller no responden a las lógicas de representación tradicional, ellas encarnan una sensibilidad liberada de las normativas del género, la forma o la estandarizacion de la belleza misma.
A través de su obra, Trujillo desafía los modos dominantes de construir el cuerpo, desplazando el centro desde la forma idealizada hacia la materialidad del barro, la gestualidad del modelado y la experiencia corporal del hacer. Su cerámica no busca imitar ni embellecer, sino proponer otros cuerpos posibles, otras presencias que habitan el mundo desde el mito, la ambigüedad y el juego simbólico.
Su taller, ubicado en los margenes de los eclaves adyacentes de Bogota, se convierte en laboratorio espiritual y espacio de invocación. Las obras surgen del diálogo entre arcilla, cuerpo y silencio. El barro, como sustancia viva, guarda memorias ancestrales que Trujillo traduce en figuras híbridas: esculturas que se sostienen entre lo indomito, lo íntimo y lo mágico.
En un contexto donde lo femenino ha sido históricamente representado desde la mirada masculina, Trujillo ofrece una contraimaginación. Sus figuras no responden a una medida externa: carecen de proporciones normativas, de traducción masculina, de control, en cambio, exudan autonomía, fuerza lúdica, deseo de forma y libertad simbólica.
Su obra se inscribe en una genealogía expandida de artistas latinoamericanas que, desde lo artesanal, lo corporal y lo espiritual, han abierto nuevas formas de subjetividad visual. Desde la intuición y la resistencia estética, Verónica Trujillo propone una cerámica que es un manifiest antiparadigmatico, política, heroica, poética y profundamente humana.